Es muy deprimente ver y sentir como algo se está muriendo y saber que no hay nada por hacer, simplemente disfrutar los pocos momentos de alegría o tristeza que quedarán antes de que se muera por completo.

Pobre... pensé. El realmente estaba tratando de revivir ese amor que alguna vez nos unió. Nos hizo jugar un juego que consistía en rememorar momentos lindos de nuestra relación en base a preguntas. 
¿Cuando fue la primera vez que te
diste cuenta que estabas enamorada de mi?
El juego me copaba porque teníamos que escribir las preguntas y las respuestas. Es decir, no teníamos que hablar, era una actividad en silencio, y justamente, lo que más disfrutaba con él era cuando cerraba la boca. Obviamente no fue siempre así, pero me di cuenta que lo nuestro estaba muriendo cuando lo mejor que se nos daba juntos era estar callados.

Bueno, cuestión… Solo hablábamos para acordar las preguntas y escribíamos las respuestas en silencio. Después de un par de preguntas, le entregábamos la hoja al otro, como si fuese un examen de secundaria.

Esta hojita la guardaremos y la leeremos cuando más lo necesitemos. —me dijo.

Que tierno, pensé. Estaba haciendo un esfuerzo enorme por salvar la relación a través de la nostalgia. Recordar esos momentos me daba rabia. Rabia de que ya no sintiese más lo que sentía en aquellas épocas, hace dos años cuando lo conocí. ¿Cuándo fue la primera vez que me di cuenta que me enamoré de él? No lo sé… Es un recuerdo tan lejano y alejado de la persona que soy hoy, y de la persona que es él, que no pude responderla. Era la primera pregunta y yo ya estaba haciendo trampa, tuve que mentir. No quería decepcionarlo, no podía no responder la pregunta, se veía muy feliz respondiendo la suya. Sobre la hoja, escribí:
“Creo que fue cuando me tocaste con la guitarra y me cantaste Tratame suavemente de Soda Stereo. Esa fue la primera vez que la escuchaba y no salió de la voz de Cerati, salió de tu bella voz, y me fascinaste. Se volvió mi canción favorita durante meses.”

Cuando terminé de escribirlo, me di cuenta de que no estaba mintiendo. Ese había sido un momento hermoso, el problemas es que no sentía lo que escribía. Me acuerdo que en esa época no entendía muy bien que éramos y lo que sentíamos. Hablábamos mucho, compartíamos trabajo y nos conocíamos hace dos meses. Pegamos onda al instante. Tomábamos mate en la oficina y charlábamos de la vida. Después, cuando cada uno se iba a su casa, se terminaba. Cero contacto. Pero, de repente, ir al trabajo se convirtió en mi cosa favorita del día, porque ahí iba a estar él hablándome, y cebándome mate. Hasta que, un día, me comentó que sabía tocar la guitarra y que le gustaba cantar temas de Cerati. Lo jodí con que me cantara algún tema y, en efecto, lo hizo. 
Ese fue el primer mensaje de nuestro chat, un audio de él cantándome Tratame Suavemente.

¿Ven? Por eso me da rabia. Lo miré y me pregunté: ¿Dónde carajo se fue ese hombre que me cautivó de esa manera? ¿Por qué se fue? Me arranqué a enojar con él, pero me guarde la bronca, tenía que seguir contestando las preguntas.

Al mismo tiempo, me preguntaba: ¿Qué estará contestando él? ¿Se habrá enamorado antes o después de que me cante ese tema? Yo creo que antes. Si escuchas esa canción es evidente.

“Agitados, por nuestras formas
Algo ocurrió, una extraña sensación,
Un presentimiento.”
Desde luego que no le cantas esa letra a tu compañera de trabajo si no te pasa nada con ella.

Yo propuse la segunda pregunta:

¿Cuál es tu maña favorita del otro?
Maña… Algún gesto, expresión, costumbre, toc, obsesión… Eso le respondí cuando me preguntó a qué me refería. Le encantó la pregunta… y eso me daba bronca. Siempre le gustaba todo lo que hacía, decía pensaba… Incluso en las discusiones, nunca me llevaba la contra en nada. Era un pobre tipo con un miedo terrible a la confrontación, seguramente porque tiene algún temita con el abandono. Por eso estamos haciendo esto, porque no puede aceptar que ya está. Ya tenemos fecha de vencimiento y es imposible volver atrás y arreglar algo. Lo nuestro ya estaba roto. 
Incluso dejé de disfrutar de Soda Stereo y Cerati. Este hijo de puta me lo arruinó. Sin lugar a dudas, lo peor de una relación es cuando te cagan una banda o artista musical. Ya no los podés escuchar de la misma forma, ya forman parte del pasado, como si fuese el soundtrack del video que representa esa relación, mostrando los momentos felices, los tristes; y lo que pudo ser, lo que soñaban ser, lo que no fue.
Imposible poder volver a disfrutar a Cerati de la misma forma después de este tipo. Incluso pensé en salvar la relación para no perder a Cerati de mi vida, pero ya era tarde.

En mi próxima relación voy a buscar a alguien con gustos musicales totalmente opuestos a los míos, pensé. Incluso prohibir poner música mientras estemos juntos.

¡Listo! —me dijo él. Ya había terminado de responder la pregunta de las mañas y yo ni había empezado. Tuve que mentir de vuelta, todos sus gestos y expresiones ya me daban bronca, así que escribí:

“Tu observación tan detallada de absolutamente todo. Siempre sabés donde están las cosas y le prestas atención a cada cambio mínimo estético que me haga”

En realidad esto no me daba bronca, ya me daba miedo. Tampoco se si calificaba como maña, la realidad es que respondí sin pensar. El seguro puso alguna boludes del tipo: “Me gusta la arruguita que se te hace en la frente cuando te enojas conmigo”. O algo así, meloso, para que yo piense algo del estilo: “le gusto hasta cuando me enojo con él, que tierno”. En realidad, lo que pensaría sería algo como “terrible pelotudo”. Siempre tan predecible…
Última pregunta. —Le dije. Si seguíamos jugando le cortaba en ese mismo instante. Responder estas preguntas, si es que puede calificar como un juego, fue el peor que jugué en toda mi vida.

El, obviamente, asintió. Mientras él pensaba la última pregunta, yo no podía parar de pensar en aquella vez que nos fuimos de camping. Fueron las mejores vacaciones de mi vida. En ese momento no era predecible, era una persona divertida que siempre salía con algo nuevo que me sorprendía. Recuerdo que en ese camping, al lado de la fogata bajo las estrellas, alcancé el mayor punto de realización espiritual, a tal punto que atesoro esa sensación como nunca lo había hecho con otro recuerdo. 
¿Por qué quiero terminar esta relación hoy? —Dijo.

Y empezó a escribir en su hojita a la velocidad de la luz. Yo me quedé helada mirándolo. La determinación con la que sostenía su lapicera me sorprendió. Nunca lo vi hacer algo con tanta convicción, era como si estuviera preparando un examen y esta pregunta no solo se la sabía de memoria, si no que también podría explicar a lujo de detalle la respuesta que estaba escribiendo.

Me tendió una trampa, pensé. Eso o era una joda. Miré a mis alrededores a ver si había alguna cámara oculta. Pero no, y seguía escribiendo. Yo por primera vez, realmente, no sabía qué responder. No me salía ningúna oración en la mente, ninguna frase o justificación que respondiera de manera eficiente la pregunta. Tampoco podía mentir, o frenarlo. Las reglas del juego eran que se escribía en silencio. No podía responder nada porque no quería terminar la relación, al menos no hoy. Yo pensaba en estirarla uno o dos años más, pero él parecía decidido, a juzgar por los movimientos eléctricos de su mano y lapicera. 
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Realmente me había sorprendido, como hace tiempo no lo hacía, y es ahí, en ese preciso momento, que me volví a enamorar de él.
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